Por Dr. Daniel Sanroque, perito médico. www.danielsanroque.com .
Cuando se contrata a un abogado se espera que sea eficaz, que consiga
aquello que se le solicita, o, como mínimo, que haga todo lo posible
por conseguirlo. Eso es lo que el abogado percibe que se espera de él,
eficacia. No obstante, pocas veces se plantea la eficiencia, es decir el
resultado según los medios o esfuerzos utilizados para lograr la
eficacia esperada.
Como perito, frecuentemente vivo situaciones que ponen en entredicho
la eficiencia de algunos abogados. Además, ponen en riesgo la eficacia
de las actuaciones en conjunto, del perito y del propio abogado, que es
necesario que formen un equipo, en beneficio de los intereses del
cliente. Además, estas situaciones suelen ser captadas por el cliente,
lo cual implica un deterioro de la imagen profesional.
El tiempo y su gestión
En muchas ocasiones, la mayor o menor eficiencia está relacionada con
la gestión del tiempo. Con excesiva frecuencia, aquello que sería
necesario realizar detenidamente, con pausa, acaba convirtiéndose en una
emergencia. Se viven situaciones que rayan lo esperpéntico. (Adjetivo
tomado en el sentido de la deformación de lo que debería ser una
actuación profesional.)
La excusa del exceso de trabajo, que provoca un retraso en las
actuaciones, es la tónica general. En base a ella se justifica que se
realicen los encargos al perito en el último momento. Si el cliente no
debe ser visitado, esto queda entre el médico perito y el abogado. Pone
en riesgo la eficacia de ambos, pero todo sucede dentro de la más
estricta intimidad del equipo de trabajo (médico/abogado). Sin embargo,
lo más habitual es que el cliente deba ser explorado, y ello implica que
se transmita una sensación de urgencia, y que el cliente lo considere
una mala gestión del abogado.
Otras veces, el abogado realiza consultas en el último momento.
Incluso viajando hacia el juzgado, en tren, metro,… con los
consiguientes problemas de cobertura, interferencias, etc. Con todo, lo
peor es la imagen que proyecta hacia el perito. Los médicos tenemos
tendencia a ser organizados en nuestro trabajo. La improvisación no es
algo que consideremos habitual. Salvo en urgencias o emergencias,
situaciones imprevistas e incontrolables, preferimos programar.
Actuaciones en el último minuto nos producen desconcierto y
desconfianza. Ello incrementa de forma innecesaria el esfuerzo, lo cual
va en detrimento de la eficiencia.
La puntualidad es otra carencia habitual. Es cierto que en los
juzgados se suelen acumular retrasos en las vistas, pero ello no es
justificación, al menos así me lo parece, para que el abogado llegue
después de la hora acordada con el cliente. Si el perito es puntual, lo
cual también debiera ser norma, debe realizar un esfuerzo por
tranquilizar al cliente (el cual suele llegar con antelación). Si por
casualidad todo va en hora, lo cual de vez en cuando sucede, el
procurador o el perito deben gestionar esa falta de puntualidad. Llaman
al abogado por teléfono, dando alguna excusa al juez, facilitando que
entren en sala los siguientes (si están todos), etc. Otro esfuerzo
innecesario y, sobre todo, evitable.
Otro de los pilares de la eficiencia es la información. El buen o mal
uso de la misma genera problemas o todo lo contrario, mejora la
gestión.
Incomprensiblemente, hay abogados que pudiendo evitar situaciones
conflictivas, incómodas, que generan esfuerzo innecesario, no lo hacen.
Como ejemplo, tengo por costumbre facilitar mi agenda de señalamientos a
los abogados con los que trabajo. Así, en las audiencias previas,
pueden evitar coincidencias de señalamientos. Pues bien, pocos son los
que hacen uso de ella. Así me encuentro con coincidencias que se podían
haber evitado y el esfuerzo que comporta tener que solicitar
suspensiones, lo cual, a veces, es difícil, pues la suspensión por causa
del perito no está prevista.
La información como elemento de poder
Si de información hablamos, hay abogados que parecen ser sus
guardianes. No la facilitan ni a sus colaboradores. Para algunos, el
hecho de que se cambie la fecha de una vista carece de importancia, pues
no informan. Que los demás tengan agendas que cuadrar parece carecer de
importancia. La nueva documentación que llega, ¿para qué entregarla
inmediatamente al perito? También se ha de decir que, de algunos de esos
“vicios”, los propios peritos son los responsables, pero el abogado no
debe ceder ante las prácticas poco profesionales y tiene la obligación
de redireccionar la relación. Es como un director de orquesta, debe
conjuntar a profesionales para que el resultado sea el esperado.
Una gestión curiosa de la información, y que percibo cada vez más
frecuente, es utilizar un informe pericial en diversos procesos. Podemos
ver informes que se han realizado para solicitar una incapacidad
laboral permanente en otro procedimiento, en vía penal, por ejemplo.
Todo ello sin informar al perito, olvidando que un informe pericial
puede ser sustancialmente diferente según sea el objeto del mismo.
Además, forma parte de la propiedad intelectual del perito, por lo que
no debe ser utilizado sin consentimiento del mismo.
Otras veces tenemos el desorden, la anarquía en un expediente.
Algunos abogados solicitan, una y otra vez, documentos que ya tienen, o
no encuentran aquel documento que deseaban enseñarte. Peor aún, no lo
encuentran durante el acto del juicio. Esto es percibido por todos:
cliente, juez, el abogado contrario, etc. Va en detrimento de la imagen
profesional.
Qué decir de cuando se está esperando una gestión y el abogado no la
hace o no informa de cómo va. Para quien espera, da lo mismo si no se
hace o se están dando los pasos oportunos sin informar. La sensación es
la misma. Es cierto que en un caso al final se conoce la tramitación
realizada, pero se duda de si es cierto que se ha realizado tal y como
se informa finalmente. Muchas veces se llega a pensar que se ha
producido un olvido y se excusa, el abogado, con alguna invención,
porque, de lo contrario, ¿por qué no ha ido informando puntualmente de
los problemas según aparecen?
En definitiva, a parte de una buena gestión profesional, la
eficiencia de un abogado se basa en una buena gestión del tiempo y de la
información. No basta con realizar los pasos correctos. Hay que
realizarlos en el tiempo adecuado e informando correctamente. La
profesionalidad implica eficiencia, pues la confianza del cliente se
basa en la percepción de eficiencia.